La humanidad no necesita ni de patrias ni de banderas, tan solo ser reconocida en su belleza y en sus potenciales. El humanismo o es válido para toda la humanidad o no es humanismo. Ver en el necesitado sus necesidades es el primer paso, pero no hay que olvidar que sus necesidades no se acabarán hasta que sepamos reconocer en él su grandeza como ser único, su calidad de pieza insustituible en el puzle de la creación de una humanidad auténticamente humana, que es capaz de por fin expresar su plena belleza y creatividad y dedicar ambas a la construcción de un nuevo mundo: somos muchos, pero somos solo una humanidad.