LA NAVIDAD ES UNA FIESTA A CELEBRAR TODOS LOS DÍAS

  

    La auténtica magia de la Navidad comienza cuando comprendemos que el Niño Jesús representa a todos los niños del mundo: todos nacemos renunciando a recordar quienes somos en unas condiciones que tampoco recordamos haber elegido, todos sacrificamos nuestra propia identidad para vivir identidades impuestas por nuestras circunstancias de nacimiento. Y todo ese "sacrificio" lo hacemos para, desde la inocencia de nuestra esencia, jugar a ser humanos y descubrir así la belleza que encierra el hecho de nacer y vivir desde la fragilidad: el Niño Jesús nos recuerda a todos el valor que hemos tenido al nacer, renunciando a lo que somos para hacer más grande lo que somos. La Navidad, entendida como nuestro propio nacimiento a la vida, es una fiesta a celebrar todos los días.


Nacer a la vida física es una gran aventura que nos convierte a todos en valientes.





EL REGALO MÁS GRANDE

  

    No hay regalo más grande que una sonrisa sincera, porque con ella compartimos el mayor de nuestros tesoros: la alegría de nuestro corazón, fuente de toda vida que merezca ser vivida.

   La sonrisa es más penetrante que la risa, pues esta última es explosiva y sin dirección, mientras que la sonrisa siempre va dirigida a alguien en concreto. La risa ilumina mientras que la sonrisa despierta la luz de quien la contempla.


Contemplar, de corazón, una sonrisa inocente es
luz que prende nuestra propia luz

  


CÓMO LOGRAR LA IGUALDAD DE GÉNEROS EN NUETRO INTERIOR


     Para lograr la equidad de géneros en nuestro interior tenemos que llegar a vernos más allá del sexo físico y del sexo social. La identidad de género es un traje que nos ponemos o nos ponen, reconocernos desnudos de él es imprescindible en el camino a encontrar nuestra auténtica identidad, esa que no depende ni de la biología ni de la cultura, esa que es indomable frente a cualquier manipulación identitaria.

  

   

LIBERARNOS DE LA AUTORIDAD DE NUESTROS MAESTROS FORMA PARTE DE NUESTRO CRECIMIENTO PERSONAL

  

    La sabiduría en autoridades, la enlatada en lenguaje coloquial, tiene fecha de caducidad, esta fecha es función de la etapa en la que nos encontremos en el camino de nuestro crecimiento personal y social. Adoptar la sabiduría de maestros reconocidos es un primer paso obligado, pues nacemos desconectados de nosotros mismos; pero no hay que olvidar que el objetivo final es honrar a esos maestros conectando con nuestra propia sabiduría, y a través de ella superar el trabajo de esos maestros que nos prestaron temporalmente la suya: nuestro crecimiento personal no debe de quedar sometido a nuestros maestros, por eso la mejor forma de honrarlos, cuando estemos preparados, es superarlos.



AMAR DE VERDAD A TU PAÍS NO ES FÁCIL

   

     Amar a un país, no a una idea de país, requiere amar a todos sus ciudadanos más allá de sus costumbres, culturas e ideologías. Lograr esto requiere un gran crecimiento personal y social por parte del ciudadano que lo pretenda, y sobre todo una idea de democracia que emane de un sentimiento profundo tal que dé lugar a unos principios que estén por encima de cualquier ideología, de forma y manera que no sea posible el enfrentamiento entre ciudadanos por haberse atrincherado estos en clanes ideológicos. Un propósito de tal envergadura requiere una nueva definición de democracia, una definición que sitúe a la democracia como valor humano esencial y que haga de la educación su forma natural de llegar a los ciudadanos.

     Un patriotismo que margina a los ciudadanos que no comparten la misma idea de país no es en su esencia democrático, y por lo tanto ha de quedar en el pasado. Las ideas abstractas que intentan secuestrar la realidad de un país, dejando de escuchar otras propuestas, siempre terminan dificultando el crecimiento de lo que tanto dicen amar. Amar a un país no es fácil, no hemos sido educados para ello; sin embargo intentar lograrlo es el camino que hay que andar si queremos llegar a una auténtica democracia, a una auténtica sociedad del bien estar y del bien ser.



  

 

CUANDO EL ÁRBOL DE LA CONCIENCIA FLORECE NACE LA VIDA


      Cuando la conciencia se torna invisible a nuestros sentidos comienza nuestra percepción azarosa de la vida, pero hasta el azar sigue leyes matemáticas, mostrando así también en este caso la presencia de conciencia detrás de todos los programas y leyes del universo: en realidad lo que hacemos siempre es percibir desde nuestra conciencia más conciencia. Querido lector: te invito a mirar a tu alrededor y a explorar desde tu sentir la presencia de conciencia detrás de todo lo que observas. En el fondo, lo que llamamos biológicamente vida es tan solo la floración del árbol de la conciencia.



  


DEJANDO ATRÁS, PARA SIEMPRE, LA ALIENACIÓN COMÚN A TODA GUERRA CIVIL

     

     En toda guerra civil los bandos comparten una alienación que les hace perder el contacto con la realidad más palpable: creer que es más grande lo que separa a ambos bandos que lo que les une. Sin esta alienación no es posible una guerra civil, tal vez sea hora de hablar de ella en nuestras escuelas, para así librarnos para siempre del enfrentamiento entre hermanos, enfrentamiento que puede resurgir incluso una vez acabada la guerra, no permitamos que esto ocurra: venzamos la incomprensión del pasado de una vez para siempre.

  


    

SUPERANDO EL ENGAÑO DE CREER AMAR A UN PAÍS

   

        No se puede amar a un país, se ama a una idea de país; el no darse cuenta de esto ha creado crueles enfrentamientos entre compatriotas y ha frenado el poder sumar lo mejor de cada perspectiva ideológica. El amor a un país es una imagen deformada, por el idealismo y las tradiciones, del amor a sus gentes. No se puede amar a una país, pero sí se puede amar a sus ciudadanos, vengan de donde vengan y tengan las ideas que tengan, amarlos de tal forma que todos puedan aportar a la sociedad lo mejor de sí mismos sin dejar de ser ellos mismos; el día que se entienda esto habremos dado un paso imprescindible para llegar a una auténtica democracia, una democracia sabia, una democracia de corazón.