La auténtica magia de la Navidad comienza cuando comprendemos que el Niño Jesús representa a todos los niños del mundo: todos nacemos renunciando a recordar quienes somos en unas condiciones que tampoco recordamos haber elegido, todos sacrificamos nuestra propia identidad para vivir identidades impuestas por nuestras circunstancias de nacimiento. Y todo ese "sacrificio" lo hacemos para, desde la inocencia de nuestra esencia, jugar a ser humanos y descubrir así la belleza que encierra el hecho de nacer y vivir desde la fragilidad: el Niño Jesús nos recuerda a todos el valor que hemos tenido al nacer, renunciando a lo que somos para hacer más grande lo que somos. La Navidad, entendida como nuestro propio nacimiento a la vida, es una fiesta a celebrar todos los días.
Nacer a la vida física es una gran aventura que nos convierte a todos en valientes. |